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viernes, 10 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 10 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Viernes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, viernes, 10 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (15,14-21):

Respecto a vosotros, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosáis buena voluntad y de que os sobra saber para aconsejaros unos a otros. A pesar de eso, para traeros a la memoria lo que ya sabéis, os he escrito, a veces propasándome un poco. Me da pie el don recibido de Dios, que me hace ministro de Cristo Jesús para con los gentiles: mi accion sacra consiste en anunciar la buena noticia de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, agrade a Dios. Como cristiano, pongo mi orgullo en lo que a Dios se refiere. Sería presunción hablar de algo que no fuera lo que Cristo hace por mi medio para que los gentiles respondan a la fe, con mis palabras y acciones, con la fuerza de señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu Santo. Tanto, que en todas direcciones, a partir de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, lo he dejado todo lleno del Evangelio de Cristo. Eso sí, para mí es cuestión de amor propio no anunciar el Evangelio más que donde no se ha pronunciado aún el nombre de Cristo; en vez de construir sobre cimiento ajeno, hago lo que dice la Escritura: «Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído hablar comprenderán.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 97

R/. El Señor revela a las naciones su victoria

Cantad al Señor un cántico nuevo
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, 
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia: 
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/. 

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (16,1-8):

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador." Entonces el administrador se puso a pensar: "¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan." Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: "¿Cuánto le debes a mi amo?" El hombre respondió: "Cien barriles de aceite." El administrador le dijo: "Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta." Luego preguntó al siguiente: "Y tú, ¿cuánto debes?" Éste respondió: "Cien sacos de trigo." El administrador le dijo: "Toma tu recibo y haz otro por ochenta." El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy viernes, 10 de noviembre de 2017
 Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf



DAME CUENTAS DE TU ADMINISTRACIÓN


   El protagonista de la parábola de Jesús suele dejar descolocado a más de uno. Parece que Jesús estaría alabando a un estafador, a un administrador tramposo... Pero, conociendo las costumbres económicas de aquella época, se nos aclara el tema: El contable, administrador o testaferro no tenía una paga determinada: tenía derecho a imponer libremente una comisión en todo aquello que cobraba...y de eso vivía. El «personaje» del Evangelio está renunciando a su comisión, a aquello a lo que tiene derecho... para hacer amigos (aunque pueda ser una amistad interesada: esto no es lo que alaba Jesús, sino su sagacidad). 

        Es decir: Jesús invita a los suyos a utilizar lo que son y lo que tienen en crear lazos. Jesús quisiera que los suyos fuéramos mucho más sagaces con lo que tenemos, más creativos, más atrevidos...

      Esta parábola nos hace levantar la mirada de nuestros asuntos y preocupaciones personales hacia el mundo en el que estamos, donde la riqueza se multiplica y concentra en las manos de unos pocos (cada vez menos), mientras los pobres, marginados y descartados son casi incontables.  Es el dinero que podríamos llamar «injusto». Con palabras del Papa Francisco, escritas para la I Jornada Mundial de los pobres (19 Noviembre 2017):


Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.

Riqueza descarada, acompañada de ilegalidad y explotación ofensiva. No son palabras dulces precisamente. 

      Uno de los temas del que más se ocupa la Escritura, tanto en el AT como en el NT es del uso del dinero y las riquezas. Aunque, curiosamente, no suele formar parte del examen de conciencia de muchos cristianos. Pocas veces nos acusamos del derroche de recursos, de nuestro estilo de vida consumista, del cuidado (descuido más bien) de la casa común que es este Planeta y sus cada vez más escasos recursos, de la poca solidaridad... y menos aún hacemos propósitos de enmienda (me gusta más la palabra «conversión»). 

      Sin embargo, parece que hemos aprendido que es más grave faltar un domingo a misa, o murmurar, o tener envidia, tener deseos sexuales o pensamientos impuros... que ese gran peligro que, con frecuencia, nos esclaviza y endurece el corazón. Dinero y corazón de piedra, e individualismo o egoísmo van juntos. El dinero, a lo largo de toda la Escritura, aparece como uno de los mayores obstáculos para nuestra relación con Dios. Precisamente la Biblia lo pone a enfrentado al Primer Mandamiento. El mayor enemigo de Dios no es el ateísmo, o la falta de fe... sino endiosar las cosas, dejar que las cosas te posean, que sean nuestro Dios.  

      Así, por ejemplo, cuando el Bautista comienza su predicación para preparar el camino al Señor invita y exige: “El que tenga dos túnicas, que dé al que no tiene ninguna”. 

- La primera de las tentaciones de Jesús en el desierto se refiere al dinero y las posesiones.

- El resumen de la Buena Noticia de Jesús: es que Dios prefiere a los pobres para entregarles su Reino (primera bienaventuranza)

- Para ser de discípulos suyos, hay que «dejarlo todo»

- Y advierte: ¡ay de vosotros los ricos!, ¡qué difícil es que entren en el Reino! Más fácil es enhebrar un camello.

- A los misioneros enviados les exige: No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero...

- La conversión de Zaqueo consiste y se resume en que: La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien le he sacado dinero, se lo restituiré cuatro veces...

O las palabras finales del Evangelio de hoy-mañana: «No se puede servir a Dios y al dinero».  

      Pero ¿quién de nosotros, los que estamos leyendo estas líneas, reconocreía o afirmaría abiertamente que «sirve al dinero», o se consideraría «rico»?  Y entonces parece que estas palabras estarían dichas para otros.  

Debemos partir de nuestra vida cotidiana si queremos cambiar los estilos de vida, conscientes de que nuestros pequeños gestos pueden asegurar la sostenibilidad y el futuro de la familia humana así como luchar contra el hambre sin segundas intenciones. Debenos asumir con mayor decisión el compromiso de modificar los estilos de vida, y tal vez necesitemos menos recursos”. La sobriedad no se opone al desarrollo, más aún, ahora se ve claro que se ha convertido en una condición para el mismo”. (Papa Francisco, 11 Junio 2015) Por no mencionar el contenido de su Laudato Si, que habla abundantemente de este asunto.

       Ojalá nos hayamos quedado al menos un poco inquietos, y nos preguntemos preguntemos siquiera de vez en cuando: ¿Cuánto tendría que compartir para que Dios se sienta satisfecho conmigo? ¿Cuáles de los gastos que tengo son «injustos» o incompatibles con la vida cristiana, o contribuyen a la destrucción del planeta, o son puro despilfarro (de comida, ropa, luz, agua, diesel, papel...?

      La parábola de Jesús ha dejado en el aire una advertencia: ¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración?. Quedémonos de momento con ella... y mañana seguimos, porque es  la continuación de la misma.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 


jueves, 9 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 9 NOVIEMBRE 2017 - DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN


Lecturas de hoy Dedicación de la Basílica de Letrán
Hoy, jueves, 9 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (47,1-2.8-9.12):

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante –el templo miraba a levante–. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.
Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»

Palabra de Dios


Salmo
Sal 45,2-3.5-6.8-9

R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, 
el Altísimo consagra su morada

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe. R/.


Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,9c-11.16-17):

Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.

Palabra de Dios


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-22):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.» 
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy jueves, 9 de noviembre de 2017
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf


LA IGLESIA MADRE DE TODAS LAS IGLESIAS 


      Tengo que reconocer que la fiesta litúrgica de hoy «me cuesta». Me cuesta sintonizar espiritualmente con el hecho de celebrar la existencia de un determinado Templo o Catedral. Se sale de la lista de motivos litúrgicos que van salpicando el año, siempre dedicados a personas, y especialmente al Señor y a su Madre. Y esta falta de sintonía tiene sus razones teológicas y bíblicas. 

      Por una parte, el cristianismo no es una religión de «objetos o cosas sagradas». Nuestro Dios no ha elegido manifestarse en piedras, animales, imágenes o edificios. Sino sobre todo y específicamente en Jesucristo, en su cuerpo, en su persona. Y derivado de aquí directamente, el Cuerpo de Cristo -después de la Resurrección- es la Comunidad cristiana. Somos Templos del Espíritu, como subraya San Pablo. El lugar de la presencia de Dios y de Cristo se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). 

      El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.

      Durante los tres primeros siglos de existencia de la Iglesia, los fieles no tuvieron templos para reunirse tal como los conocemos hoy; ellos se reunían en las casas de familia; allí rezaban y compartían la Eucaristía (cfr Hechos de los Apóstoles). La Iglesia-Comunidad que hay que construir  para que los hombres puedan encontrar en ella al Cristo vivo ha de hacerse con los materiales adecuados. Mire cada uno como construye. Por eso ha advertido en diversas ocasiones el Papa Francisco: una Iglesia de los pobres y una Iglesia pobre, en la que quienes quieran "trepar" se pongan unas botas y se vayan a hacer alpinismo…; una Iglesia que está mejor herida que guardada tras las puertas de un templo…

      El propio culto quedó transformado por Jesucristo. Hablando con la Samaritana, le explica que hay que dar culto a Dios en espíritu y verdad, haciendo de la propia vida una entrega a los demás, y no tanto unas celebraciones litúrgicas, unos rituales atados a un lugar determinado. De ahí su enfrentamiento con el Templo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».

      No es que Jesús pretenda un culto individual e interior, sin ritos, sin ceremonias, sin participación del cuerpo (=hermanos), sin signos exteriores, porque nuestra naturaleza corporal los necesita. El culto espiritual no se opone a material. El espíritu, en el lenguaje de Juan, no se opone a la materia o a la realidad sensible, sino a la carne, o sea a la criatura cerrada sobre sí misma, en el propio horizonte, y por lo tanto limitada e impotente.

      Por eso el sentido que tendría cualquier Templo no es el de ser "la casa de Dios" sino "la casa de la Iglesia", el hogar de la Comunidad. Una casa sin habitantes no es más que un montón de ladrillos, aunque tenga montones de cuadros, adornos y belleza arquitectónica. Al igual que una familia sin su propia «casa» (iglesia doméstica) es casi imposible que sobreviva. Si esto es así, si entendemos que el Templo es fundamentalmente el lugar de la Comunidad reunida en el nombre, podemos situar con sentido la fiesta de hoy, y resaltar el significado de la Catedral de cualquier diócesis, la iglesia de cualquier parroquia o comunidad cristiana. Hoy concretamente miramos a la Iglesia-madre de San Juan de Letrán.

Recojo ahora unos párrafos de José A. Martínez Puche, O.P.:

Basílica de Letrán, basílica del Salvador, basílica de San Juan de Letrán..., catedral de Roma, «madre de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe»..., son los nombres más significativos de la iglesia más venerable de la cristiandad, dedicada inicialmente a Jesucristo Salvador y posteriormente a San Juan Bautista y a San Juan Evangelista. Consagrada en el año 324, desde el siglo XII toda la Iglesia, unida al papa, celebra el 9 de noviembre la dedicación de la primera catedral de la Iglesia.

En Letrán estuvo inicialmente la Cátedra de Pedro en Roma. Allí se celebraron cinco concilios ecuménicos. A través de los siglos, la vida cristiana de la Urbe —y del Orbe— ha estado unida a la basílica de Letrán. Su construcción apunta al momento en que la Iglesia deja de ser un grupito fuera de la ley y es reconocida por el Estado para realizar en total libertad su acción evangelizadora. 

Los visitantes y peregrinos que llegan a Letrán, pueden leer en el frontispicio de la gran basílica: «Por derecho papal e imperial, se ordenó que yo fuera la madre de todas las iglesias. Cuando se terminó mi construcción, determinaron dedicarme al Divino Salvador, dador del reino celestial. Por nuestra parte, oh Cristo, a ti nos dirigimos con humilde súplica para pedirte que de este templo ilustre hagas tu residencia gloriosa».

       Por tanto, celebrar la dedicación de la iglesia madre de todas las iglesias es una invitación a los cristianos de la Iglesia universal a vivir la unidad de fe y de amor con el Papa, siendo piedras vivas en la construcción de la Iglesia (universal, diocesana, parroquial...), cuyo templo, altar y víctima es Jesucristo, el Cordero Inmaculado, y en la que ofrecemos (con él, por él y en él) nuestra entrega personal como culto agradable a Dios. Por eso, mire cada cual cómo construye, porque es tarea de todos y cada uno de nosotros.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 8 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Miercoles de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, miércoles, 8 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (13,8-10):

A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no envidiarás» y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso amar es cumplir la ley entera.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 111,1-2.4-5.9

R/. Dichoso el que se apiada y presta

Dichoso quien teme al Señor 
y ama de corazón sus mandatos. 
Su linaje será poderoso en la tierra, 
la descendencia del justo será bendita. R/.

En las tinieblas brilla 
como una luz el que es justo, 
clemente y compasivo. 
Dichoso el que se apiada y presta, 
y administra rectamente sus asuntos. R/.

Reparte limosna a los pobres; 
su caridad es constante, sin falta, 
y alzará la frente con dignidad. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,25-33):

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mio. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 
8 de noviembre de 2017
 Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf



DE ACOMPAÑANTES A SEGUIDORES


      Las dos breves parábolas del Evangelio de hoy hacen referencia al hecho de «comenzar», «prepararse» para algo difícil o laborioso, arriesgado incluso, de «deliberar», de «calcular»... Ponen la atención en el «antes».     

        Una gran mayoría de nosotros (me incluyo) comenzamos en esto de la fe sin ser conscientes. Nos bautizaron de pequeños. Algo parecido ocurrió con la Primera Comunión. La Confirmación, que podría haber sido la ocasión de asumir y plantearse en serio esto de seguir a Jesús, se celebró en tiempos adolescentes, cuando está todo a medio-hacer (que eso significa adolescencia: Falta de algo). Si pensamos en otros momentos fuertes, pocas veces se puede decir que alguien sepa conscientemente y asuma todas las consecuencias de una vocación matrimonial, o sacerdotal. Estamos preparados poco «más o menos», pero no solemos plantearnos los futuros y probables momentos de crisis o dificultades. Es decir: que no es nada frecuente lo de calcular, deliberar... para que sea posible levantar la torre de nuestro proyecto de vida, o las batallas que tocará pelear. Sin embargo esto es lo que Jesús plantea. ¿Entonces?      
El propio relato evangélico me sugiere alguna pista. Dice que mucha gente «acompañaba» a Jesús. Es el nivel de tener interés, sentirse atraído, estar a gusto en su compañía. Mucha gente. Quizá también podríamos nosotros enmarcarnos en esa multitud... Pero Jesús plantea un paso más: "Si alguno se viene conmigo... si quiere ser discípulo mío".  Ser discípulo, o seguirle... es bien distinto de acompañarle. Es un reto, una exigencia, un paso radical por si «alguno», como diciendo, esto será para unos pocos. También la advertencia vale para los que ya han aceptado ser discípulos de Jesús (vosotros) probablemente con muy buena voluntad (como cuando nosotros recibimos los sacramentos), pero con opciones que Jesús no les exigió al principio, en el Lago de Galilea, sino ahora, subiendo a Jerusalem.

      Esto supone que el seguimiento de Jesús, el ser discípulo, es un camino progresivo, «cuesta arriba», en el que habrá que ir tomando opciones y haciendo diversas renuncias. Casi no importaría el día de mi bautismo, Confirmación, Profesión Religiosa, Matrimonio, catecumenado o lo que sea... sino el "cada día", el proceso, el camino. Se pasa de ser «acompañantes» de Jesús a ser discípulos cuando se van enfrentando situaciones difíciles. Como un buen profesional va siéndolo no por salir de la Universidad, o terminar un máster... sino resolviendo dificultades, a menudo no previstas, o quizá simplemente «teóricas», pero todavía no reales.

      Calcular los gastos, o las estrategias militares, las fuerzas disponibles... nos invitan a mirar los recursos con los que contamos para tal empresa, como también las condiciones o riesgos de las que advierte Jesús. 

      Según cuentan los especialistas, en el tiempo de Jesús, la situación social y económica llevaba las familias a encerrarse en sí mismas y les impedía cumplir con la ley del rescate (goel), esto es, socorrer a los hermanos de la comunidad que estaban amenazados de perder su tierra o de caer en la esclavitud. Es decir, hay que evitar que las condiciones personales, políticas, religiosas, eclesiales... nos encierren en nosotros mismos, apartándonos de la Comunidad, o que mis intereses personales (hay que renunciar a uno mismo y a los propios bienes) se impongan o antepongan a los intereses del Reino/Jesús . He aquí, pues, un RECURSO esencial para que sea posible el seguimiento. También en este ámbito podríamos hablar de ser «acompañantes» de la Comunidad y de «seguidores» en la Comunidad. Sería un nuevo punto de reflexión del que ahora no nos ocupamos. En todo caso es un seguimiento comunitario y en apertura y disponibilidad para los que están peor. Por eso, aunque las llamadas de Jesús son personales, invitan a formar parte de su Comunidad de discípulos, que le acompaña y le sigue.

Podríamos abundar en otros RECURSOS con los que contamos, y de los que se nos habla por toda la Escritura, pero nos alargaríamos demasiado en la reflexión. Queda para ti esta importante tarea: calcular, deliberar, optar, renunciar... Verbos todos importantes... para conjugarlos en primera persona.



Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

martes, 7 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 7 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Martes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, martes, 7 de noviembre de 2017




Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (12,5-16a):

Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. Los dones que poseemos son diferentes, según la gracia que se nos ha dado, y se han de ejercer así: si es la profecía, teniendo en cuenta a los creyentes; si es el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a enseñar; el que exhorta, a exhortar; el que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad; el que preside, con empeño; el que reparte la limosna, con agrado. Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor, Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 130,1.2.3

R/. Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso, 
ni mis ojos altaneros; 
no pretendo grandezas 
que superan mi capacidad. R/. 

Sino que acallo y modero mis deseos, 
como un niño en brazos de su madre. R/. 

Espere Israel en el Señor 
ahora y por siempre. R/.

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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!» 
Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor." Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir." El criado volvió a contárselo al amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos." El criado dijo: "Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio." Entonces el amo le dijo: "Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se me llene la casa." Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete.»

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy martes, 7 de noviembre de 2017
CARTA DE (Y A) UN HERMANO DE MESA
 (Comunidad)

       

          Hablar del Reino de Dios es hablar de salvación, de felicidad plena, de proyecto verdaderamente humano.

           El Reino de Dios es comparado por Jesús con un banquete, y este banquete tiene resonancias eucarísticas (¡dichosos los invitados a la mesa del Señor!); y la Eucaristía “sabe” a cuerpo de Cristo, a servicio, a hermanos, a unidad y amor, y por lo tanto a COMUNIDAD. ¡Jesús proclama hoy la alegría que viene de la mano de todo esto: el Reino se hace presente cuando hacemos Eucaristía 

           La felicidad se alcanza cuando se edifica la Comunidad con el cimiento de la Palabra, cuando se comparte la vida, cuando cada uno pone al servicio de los demás el carisma que ha recibido de Dios, cuando se acoge al hermano sin murmurar, y mantenemos tenso el amor mutuo, cuando damos explicaciones de nuestra esperanza, cuando ofrecemos nuestra vida como sacrificio espiritual agradable a Dios a través de los hermanos, cuando servimos con la fuerza que Dios nos otorga...

           Por eso mi primera invitación de hoy es a sentir la alegría de tener hermanos que caminan en la fe conmigo, con los que puedo compartir la Palabra, de los que recibo testimonios de Evangelio, que me corrigen y me estimulan a ser mejor, que frenan esta sociedad de consumo con su austeridad, su sobriedad  y su compartir sus bienes, que pronuncian para mí Palabra de Dios, que cuentan con Dios en medio de sus afanes cotidianos... 

           Un hermano de comunidad siempre es un don de Dios. Cada hermano nuevo, y cada hermano que persevera a mi lado, aun en medio de todas sus dudas, dificultades e infidelidades... Yo mismo soy un don de Dios para mis hermanos. ¡Sí, yo, sacerdote! ¡Qué alegría y qué responsabilidad! Cada hermano de Comunidad está poniendo su vida, su proyecto de fe, su felicidad, su ser Cuerpo de Cristo, ¡en mis manos!, como si fuera un trozo de pan.

VENID AL BANQUETE, QUE YA ESTÁ PREPARADO

Son muchos los invitados al Banquete.

Al recibir la invitación, yo me siento encantado, agradecido, sorprendido, halagado... Y recibo esa invitación con orgullo. Pero me también me entran escalofríos al pensar que el Banquete estuviera medio vacío. A veces ocurre: pocos hermanos, cada uno lo más lejos del otro, bisbiseando las contestaciones, sin colaborar de algún modo para que sea común y comunitaria...

No se puede estar a gusto en una fiesta, en un banquete, en una Comunidad, donde falta la gente que quieres, que te importa... O donde queda demasiado espacio vacío.

Tengo que decirte que te necesito tanto, - incluso más- que Quien ha preparado el Banquete, que Quien ha convocado a la Comunidad, que Quien ha pensado en Ti para que seas su discípulo, y por eso mi hermano.

Necesito que mi voz débil y a veces desafinada, se una a la tuya en el coro que canta la alabanza del Señor y reza la oración del Señor, el Padre NUESTRO. Me hace falta escuchar tu voz, elevándose con la mía en la oración. 

Sí: he sentido el paso del Señor por mi vida, y que me ha dado su mano, para que pueda pasar por este mundo haciendo el bien. Pero tengo serias dudas de que pueda mantenerme fiel si tú no estás en pie a mi lado, confirmando mi fe a través de tu propio testimonio, de lo que va haciendo contigo el Señor al pasar por tu corazón y por tu vida.

           Me resulta imprescindible tu cercanía, para darme cuenta que Dios me da los hermanos que necesito, para que mi sí -lleno de incoherencias y traiciones- se renueve con fuerza al sentir que tú pronuncias cada día el tuyo. 

           Y me veo más capaz de dar mejores explicaciones de mi esperanza, si compartes la tuya conmigo.

           Y mi amor es más fuerte al experimentar que tú me quieres , a pesar de mis debilidades.

UNO TRAS OTRO, SE FUERON EXCUSANDO TODOS

           Y por eso me duelen las excusas: El terreno que te has comprado no es más importante que el Reino (Banquete), los líos en que poco a poco te vas metiendo, son importantes ¡cómo voy a decir que no! ¿Pero tienes que ir a ellos, precisamente cuando te espero en la sala del Banquete? Tus bueyes, tus trabajos (o los míos), no pueden apartarte de nosotros. No pueden apartarme de vosotros. ¿Que te acabas de casar? ¡Estupendo! Permíteme compartir tu proyecto conmigo, dejadme que me llegue vuestro amor, hacedme un hueco en vuestras casas. Es lo que quiere de vosotros el Señor.

           ¿Cómo es posible que pongamos excusas para estar donde hemos sido invitados para la alegría? Puede ser que nos parezca que el banquete y lo que en él se come, no merezca la pena. Puede ser, pero estate seguro de que ha sido preparado como el mismísimo cariño que allá, a orillas del Lago de Galilea... No sé si serás capaz de encontrar otro mejor: desde luego que “los bueyes y las tierras” no merecen la pena mucho más. 

           Puede ser que te parezca que el “banquete” te viene demasiado grande, que no pintas mucho en medio de personas de “tanta altura”... A esto no tengo nada que decirte... La invitación al banquete la ha cursado alguien que no soy yo, y yo no decido quiénes se sientan conmigo, o con quién me tengo que sentar yo.

Concluyendo:

- Dichosos los invitados al Banquete, y dichoso por los que comparten conmigo el Banquete

- Te necesito en el Banquete, activo, cercano, en los primeros bancos, con la voz dispuesta, aportando lo que puedas: lecturas, intenciones para orar, reflexiones, comentarios, ayudas de todo tipo...

- Revisando y corrigiendo cuando «otros asuntos importantes» ocupan el lugar que no les corresponde y me alejan del Señor y de los hermanos.

Amén.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

lunes, 6 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 6 NOVIEMBRE 2017


Lecturas de hoy Lunes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario
Hoy, lunes, 6 de noviembre de 2017





Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11,29-36):

Los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios; pero ahora, al rebelarse ellos, habéis obtenido misericordia. Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos. ¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.

Palabra de Dios

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Salmo
Sal 68,30-31.33-34.36-37

R/. Que me escuche, Señor, tu gran bondad

Yo soy un pobre malherido; 
Dios mío, tu salvación me levante. 
Alabaré el nombre de Dios con cantos, 
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/.

Miradlo, los humildes, y alegraos, 
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. 
Que el Señor escucha a sus pobres, 
no desprecia a sus cautivos. R/.

El Señor salvará a Sión, 
reconstruirá las ciudades de Judá, 
y las habitarán en posesión. 
La estirpe de sus siervos la heredará, 
los que aman su nombre vivirán en ella. R/.

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Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Palabra del Señor

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Comentario al Evangelio de hoy lunes, 6 de noviembre de 2017
Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf



EL DESINTERÉS


        ¡Cuántos nos cuesta hacer las cosas desinteresadamente! Hacemos nuestros cálculos: a tal persona «le debo» una invitación, me toca a mí esta vez... Tengo que invitar a... no sea que se enfade si se entera de que no he contado con él. Me conviene invitar a... para que, a cambio...       Casi siempre esperamos respuesta, que nos lo devuelvan de alguna manera, sacar algún beneficio, que nos correspondan o nos lo devuelvan, que nos sintamos con «derechos» a pedirle que... Y con demasiada frecuencia buscamos nuestro propio interés por encima del de los demás. Incluso está ese sutil autoengaño de hacer cosas para “sentirme uno orgulloso uno de sí mismo”, para «sentirme bien» (no es raro que ésta sea la motivación que se esconde detrás de no pocos «voluntariados»: la satisfacción de sentirme bueno, me siento bien, me siento útil...). Pero en el fondo es otro modo de egoísmo... aunque en éste caso otros que están en necesidad puedan salir indirectamente beneficiados.

      Pues ahí está el estilo diferente de Jesús y de los que nos llamamos sus seguidores: «No invites a tus a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque te corresponderán y quedarás pagado». Es decir: Invierte a fondo perdido; regala y regálate...porque así es y actúa tu Padre Dios y desea que te parezcas a él.  Hazlo así porque es urgente que cambiemos este mundo de intereses, en el que se hacen las cosas para sacar algo a cambio.

          He aquí una recomendación de Jesús que muy pocos ponen (ponemos) en práctica. Quizá algunos se preocupan de los que lo están pasando mal, y procuran que les llegue comida, ropa, sanidad... Pero lo de invitar a casa, a la propia mesa, al entorno personal a pobres, lisiados, cojos y ciegos... como que no. Hoy, en vez de ciegos y cojos, tendríamos que hablar de inmigrantes, personas de otras razas, mendigos, hambrientos de todo tipo, enfermos de SIDA, parados de larga duración, desahuciados, ancianos solos o solitarios, etc. 

        ¿He sentado alguna vez a alguna de estas personas en mis banquetes, en mi mesa repleta?  No es una invitación a dar un bocadillo al que me pide en la puerta, sino a sentarlo en mi mesa.  Ni es darle la ropa que yo ya no quiero y me sobra, sino... ya se entiende. Sentarle a mi mesa sería sinónimo de hacerle un hueco digno en mi vida: no es un simple asunto gastronómico. Hablaríamos de acoger, interesarnos, atender, darles nuestro tiempo....

          En nuestras comunidades religiosas no recuerdo que hayamos sentado a nuestra mesa a ninguno de éstos. Y si alguien (?) tuviera la ocurrencia de proponerlo, enseguida surgirían muy razonables argumentos por los que tal cosa no es conveniente: ¿meter desconocidos en casa, personas que no son de nuestro ambiente o clase, problemáticas en muchos casos...? Si acaso les llevamos comida, les pagamos un bocadillo o un menú en el bar cercano, o...  

         No es una invitación a dar un bocadillo al que me pide en la puerta, sino a sentarlo en mi mesa.  Ni es darle la ropa que yo ya no quiero y me sobra, sino... ya se entiende. Sentarle a mi mesa sería sinónimo de hacerle un hueco digno en mi vida: no es un simple asunto gastronómico. Hablaríamos de acoger, interesarnos, atender, darles nuestro tiempo.... 

         Pero no es posible andar con interpretaciones de las palabras de Jesús para hacerlas más razonables o accesibles. "Cuando des un banquete...",  sin matices, ni advertencias, ni precauciones, ni nada de nada. Creo que estas palabras de Jesús están sin estrenar en (casi todas) nuestras comunidades cristianas, religiosas, familiares... Y honestamente... no se me ocurre añadir más comentarios, razonamientos o planteamientos. Sinceramente: me descolocan y me dejan sin palabras.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

domingo, 5 de noviembre de 2017

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 5 NOVIEMBRE 2017


Domingo 31º del Tiempo Ordinario – Ciclo A
Domingo 5 de noviembre de 2017

“Tu amor nos libera“





Primera lectura
Lectura de la profecía de Malaquías (1,14–2,2b.8-10):

«Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones –dice el Señor de los ejércitos–. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre –dice el Señor de los ejércitos–, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví –dice el Señor de los ejércitos–. Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?»

Palabra de Dios

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Salmo
Salmo 130,1.2.3

R/. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R/.

Sino que acallo
y modero mis deseos,
como un niño
en brazos de su madre. R/.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.

______________________
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (29,7b-9.13):

Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.

Palabra de Dios

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Lectura del santo evangelio según san Mateo (23, 1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Palabra del Señor



Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mt 23, 1-12

NO HACEN LO QUE DICEN

Jesús habla con indignación profética. Su discurso, dirigido a la gente y a sus discípulos, es una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los dirigentes de la Iglesia cristiana no caigan en conductas parecidas.

¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.

«No hacen lo que dicen». Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos poder, pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Un ejemplo de vida más evangélica de los dirigentes cambiaría el clima en muchas comunidades cristianas.

«Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobres las espaldas de los hombres; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas». Es cierto. Con frecuencia somos exigentes y severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la gente sencilla con nuestras exigencias, pero no les facilitamos la acogida del Evangelio. No somos como Jesús, que se preocupa de hacer ligera su carga, pues es humilde y de corazón sencillo.

«Todo lo hacen para que los vea la gente». No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes de nuestra imagen, buscando casi siempre «quedar bien» ante los demás. No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro prestigio personal.

«Les gusta el primer puesto y los primeros asientos […] y que les saluden por la calle y los llamen maestros». Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?

«No os dejéis llamar maestro […] ni preceptor […] porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro Preceptor: Cristo». El mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes solo hacia él. ¿Por qué la Iglesia no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?

«No llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo». Para Jesús, el título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos?
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